02 octubre 2008

Leonard Cohen y el Apocalipsis

Hoy he vuelto a pasear hasta el faro.
Necesitaba caminar sin un rumbo fijo y mis pies me han llevado por la orilla de la mar.
Las nubes y el viento continúan siendo algo constante de este anciano verano vestido de otoño y las pinceladas de gris oscuro eran la principal esencia de las aguas marinas.
Estos paseos son una buena catarsis porque los pensamientos que se agolpan en mi interior van saliendo a trompicones y se van deshaciendo como algunas nubes, poco a poco, o se desbordan en lluvia torrencial, como otras.
Y así me viene a la cabeza un pensamiento sobre el Apocalipsis y si Juan se refería a los tiempos venideros o tenía la premonición y la escribía que el nuevo dios, amalgama y caos de dioses antiguos, sería como un apocalipsis para el conocimiento y el modus vivendi de sus tiempos.
¿Quién lo sabe?
Yo no desde luego, porque el pensamiento me duró milésimas de segundo, cuando fue sustituido por otro sobre los pescadores de caña y su extraña afición.
Fui pescador hace años, muchos años y me consideraba bueno. Luego me dio por sentir que era una afición totalmente anodina que se basaba en capturar, hacer sufrir y matar a seres vivos. Y por mucho que dijeran los puros (cátaros) que seres vivos solo eran los que copulaban y que los peces no lo hacían, la Ciencia ha avanzado mucho y la agonía y muerte de un pez siempre me ha dejado trastornada el alma.
Tal vez exagere en mi comentario pero qué más da.
Miro a los pescadores con la misma mirada tolerante que miro a los fumadores, tal vez con más porque los conversos a veces nos pasamos siete pueblos con nuestras críticas. Aun así, cada vez se me hace más difícil entrar en un local donde se fuma.
Poco después Leonard (Cohen) me empezó a cantar al oído que todos tus hombres habían sido comerciantes y me quedé preocupado. Me quedé preocupado por ti y por mí, por qué lo voy a negar.



Por ti porque no es agradable que seamos parte de una transacción, de un trato entre ganaderos que es al fin y al cabo lo que somos los hombres y las mujeres para otros hombres y otras mujeres, material de compra y venta, un medio más (tal vez, más problemático) de lucro.
Por mí, porque tal vez sin darme cuenta pertenezco a esa “especialidad” humana que tan poco me gusta.
No creo que el comercio haya supuesto tanto para la Humanidad y si ha supuesto algo más bien creo que ha sido para su corrupción más que para su avance.
Y en eso que mi amigo Leonard me incita, me estimula, me dice que primero tomaremos Manhattan y después Berlín.
Y los ojos se me llenan de un brillo, tal vez, de psicópata, mientras bailo contigo hasta el fin del amor y no me importa que mi ropa esté empapada cada vez más con la lluvia que arrecia, ni me importa que la luz vaya menguando porque la Utopía (sí, con mayúscula) se puede esconder detrás de cada palabra, cada gesto, cada acto y es un combustible renovable que te empuja hacia delante.

No hay comentarios: