Prometeo siempre me ha parecido un personaje curioso y atractivo. Hermanastro de Zeus que crea al ser humano a partir de un amasijo de cenizas yacentes sobre la tierra y mojadas por la lluvia, no se fía para nada de los dioses. Roba el fuego a los dioses (portador del fuego o de la luz) para que los seres humanos no pasen frío y puedan cocinar y paga su audacia con un castigo atroz: permanecer clavado en una roca con los brazos extendidos y sufrir que un águila le picotee y coma el hígado durante el día. Este órgano, de gran capacidad de reproducción, le crecía por la noche causándole más dolor si cabe que el infligido por los picotazos del águila. Aunque no está claro por qué, fue liberado y perdonado (¿intercesión de Heracles? ¿Zeus le necesita para que le haga algún favor en sus correrías amorosas?) y dedica sus mejores consejos a su hermano Epitemeo.
El más claro y certero es que le dice que de los dioses no hay que aceptar ningún regalo. Pero nadie escarmentamos en cabeza ajena y Epitemeo acepta un regalo de Zeus, su futura mujer, Pandora, creada por Hefestos según el modelo de Afrodita, su esposa. Pandora, famosa por su caja, portaba dicha caja cargada de sufrimientos. Prometeo vuelve a aconsejar a su hermano. Esta vez le dice que no abra la caja. Y de nuevo Epitemeo, al que le debemos los sufrimientos que están desbocados por el mundo, desoye el consejo.
“En el fondo de la caja”, dice Michael Köhlmeier, “no quedaba más que la esperanza, que había permanecido sin poder salir. Desde entonces, la esperanza fue administrada por Prometeo, quien la custodió y nunca dejó que sus criaturas la percibieran completamente. La esperanza es una medicina muy fuerte, en su forma pura, sin diluir, puede hacernos daño. Por eso Prometeo se cuidó mucho de que la esperanza no fuese administrada sin el recuerdo”.
Y Prometeo tiene toda la razón, la esperanza es algo muy positivo pero nunca debe impedirnos percibir la realidad tal como es ni hacernos olvidar los hechos pasados. La esperanza, por desgracia, no solo ha sido patrimonio de Prometeo. Muchos embaucadores del espíritu, el alma y la mente humana nos han vendido humo durante muchos siglos. Han sido y siguen siendo muy hábiles porque son capaces de confeccionar hermosos vestidos hechos de esperanza para cubrir sus engaños y mentiras.
Humanos somos y Prometeo, por desgracia, murió hace tiempo para la gran mayoría de nosotros.
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