08 noviembre 2008
Pongamos que hablo de Obama
Hay personas que despiertan una gran esperanza entre los demás. La ilusión recorre las calles y se vuelve contagiosa. La esperanza es mayor en tiempos de crisis. Ilusión, esperanza y crisis se combinan y crean una atractiva sensación de que todo se mueve a un ritmo vertiginoso. Obama es en estos momentos una gran esperanza para millones de personas. Una esperanza de que las cosas cambien, se modifiquen para favorecer de forma equitativa a todos. La esperanza no tiene mucho que ver con el realismo. ¡Qué más da! A mí también me ilusiona y tengo grandes esperanzas en su gobierno. Sin embargo, los siglos van pasando con grandes cambios externos que no lo son en la estructura fundamental de la psique humana: siempre hay personas que están arriba y otras que estamos debajo, mucho o poco pero debajo.
La esperanza es un arma de doble filo y debemos recordar que “En el fondo de la caja” de Pandora, dice Michael Köhlmeier, “no quedaba más que la esperanza, que había permanecido sin poder salir. Desde entonces, la esperanza fue administrada por Prometeo, quien la custodió y nunca dejó que sus criaturas la percibieran completamente. La esperanza es una medicina muy fuerte, en su forma pura, sin diluir, puede hacernos daño. Por eso Prometeo se cuidó mucho de que la esperanza no fuese administrada sin el recuerdo”.
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