No, porque hoy, a pesar del día tan cambiante, con independencia del cruel, fuerte y vanidoso viento que ha derribado un bonito y añoso pino cerca de donde trabajo o de esa lluvia torrencial que ha estado dando una lavadita a la gris cara de la ciudad durante parte de la jornada, tengo ganas de transcribiros (por no decir copiar para vosotros) un fragmento escrito por Jules Renard en su cuento “El cazador de imágenes”.
Espero que este pequeño canto a la alegría que surge espontánea desde lo más hondo de nosotros cuando tomamos una pequeña bocanada de aire fresco y nos dejamos envolver el alma por el panteísmo que impregna nuestro castigado mundo, nos dejamos llevar en las alas del viento.
Dice así:
“Salta de su cama de buena mañana y sólo parte si su mente está clara, su corazón puro y su cuerpo ligero cual prenda estival. No lleva consigo provisión alguna. Beberá aire fresco por el camino y aspirará los olores saludables. Los ojos le sirven de red en la que caen presas las imágenes.
…/…
Se adentra en el bosque. Él mismo ignoraba que poseyera tan delicados sentidos. Al cabo de poco, impregnado de perfumes, no se le escapa ningún rumor, por sordo que éste sea, y para comunicarse con los árboles sus nervios se enzarzan con las
nervaduras de las hojas.”
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