13 marzo 2007

Dolce & Gabbana y la estética del fascismo

Siempre ha habido genios y geniecillos. Tarugos y taruguillos. Ricos y riquillos. Muchos de los que nos venden humo suelen creerse especiales, por encima de todo, del bien y del mal, de los seres humanos. Son semidioses o se lo creen.
Un ejemplo claro son los dueños de Dolce & Gabbana. Sus campañas publicitarias tienen una estética completamente fascista. Y digo sus campañas porque si las pagan son suyas y habrán hecho una selección natural con su abundante dinero de los publicistas que se las preparan a su medida. Estética fascista que nos retrotrae a los tiempos tenebrosos del Duce o del Führer, contemporáneos al fin y al cabo. Uno se da una vuelta por las revistas que acompañan a los periódicos y puede ver, por ejemplo en doble página del EPS de “El País” de este domingo (11 de marzo de 2007), al “hombre nuevo”, a la esencia del pro-hombre fascista: cuatro varones musculazos, con cortes de pelo fijados con brillantina y peinados hacia atrás. Esto por no mencionar la controvertida y criticada fotografía de violencia de cuatro hombres contra una mujer.
Uno puede volverse un poco hacia atrás y contemplar las mismas imágenes en cualquier hemeroteca que contenga periódicos de la época de la dictadura franquista, revisar los sellos, las imágenes que ahora resucitan periódicos del color de “El Mundo” o buscar en la Red cualquier obra fotográfica de Leni Riefensthal o cualquier escultura de las que abarrotaron Berlín, Bucarest, Lisboa, Madrid, Roma, Viena…, para conmemorar los triunfos de los diferentes fascismos europeos. Vuelve la estética del fascismo y los susodichos genios de la moda se defienden con algo curioso: acusan de ejercer la censura a los que se quejan de su publicidad.
Son tan demócratas que no diferencian, ni saben diferenciar, lo que es la censura totalitaria (que tal vez añoran), que no permite que una opinión o una obra salgan a la luz, con la repulsa o la queja que provoca en muchas personas que no comparten su “estética” o su gusto estético, algo que libremente han podido distribuir mundialmente, gracias a su dinero.

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