¡Cuánto se puede vivir, sentir, reflexionar desde los últimos asientos de un autobús!
Es como una discreta forma de sentirse ajeno al mundo y a la vez tan inserto en él, como si fuéramos un observador crítico e imparcial.
Sin embargo, hay momentos en que uno reniega a ejercer ese difícil rol. En mi caso, lo resuelvo sentándome en una plaza lo más delantera posible, tapando mis ojos con unas gafas oscuras o con un gorro e inundando mis oídos de música de cualquier estilo: únicamente busco el ruido sanador que me aísle del mundanal sonido. Hay momentos en que soy absolutamente insociable, como les ocurre a muchos de nuestros hermanos simios cuando van entrando en años (que me perdonen los bonobos por no referirme a ellos concretamente).
La reflexión de María sobre las miradas es interesante y podría hacer un tratado sobre las distintas clases de miradas y las innumerables reacciones que provocan. En ocasiones la situación es violenta, en otras se abre una puerta a la ensoñación...
O tal vez el calor de estos días me esté licuando las pocas conexiones neuronales que me quedan..
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2 comentarios:
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