Hoy parece que es un día propicio para publicistas y agoreros.
Los primeros, que andan escasos de ideas últimamente, se agarran a lo que pueden. Sólo es necesario ponerse un ratito delante del televisor, o escuchar la radio en el coche, o mirar, sí mirar, un periódico (algún desfasado que todavía lee letra impresa en papel tratado con cloro: “mizmamente llo zin ir maz lejoz”) y… tacháaaaan….
¿Dónde están las ideas que alguna vez “brillaron” en sus cerebros?
Es alucinante, sí alucinante, no encuentras ninguna idea nueva ni aunque la busques con un lupa (perdón, microscopio) de 1.200 aumentos. La verdad es que podían irse de sabático al Sahel o Zinbawe para darse cuenta de la vida real. Verían lo que duran sus geniales anuncios en la vida de a pie del siglo XXI fuera de la ¿civilización occidental?
Han llegado a tal escasez de ideas que aquellos relacionados con la industria cinematográfica se han puesto a remolque de la moda “remake” (moda basada en que no hay nada nuevo bajo el sol –ya lo dijo Salomón-) y nos atizan en los cines con una publicidad gore-retro-llamikemekuenta resucitando una película de los años de Franco sobre el Maligno, la Bestia y el Fin del Mundo (todo con mayúsculas).
Y en esta que llegan los agoreros. Digna profesión, la de agorero, entre todas las santísimas profesiones que sobre la faz del planeta se desarrollan.
Nos hablan del fin del mundo, de la conjunción de planetas, de las cifras que coinciden formando el número de la bestia…
¿Tendrán razón?
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