La higuera y el tamarindo.
El tamarindo y la playa bajo el acantilado.
La bruma espesa mis ideas mientras observo los cinco destellos en la lejanía marina. Cinco destellos cual cinco ciclópeos ojos de luz artificial.
Gigantes modernos, gigantes molinos de viento sobre un inmenso pedestal de hormigón aguardando al desdichado quijote cabalgando en la cubierta, a proa, de su intrépido velero.
La bruma espesa mi mente mientras espero su llegada, tu llegada, siempre placentera llegada.
Reposo lejos, a cubierto, mientras contemplo el verdor de tus hojas y las comparo, ¡Oh higuera!, con esa especie de cintas verdes que cuelgan de los brazos del tamarindo.
¡Tamarindo, que fuertemente aguantas el embate del viento!
Te pliegas pero resistes, te pliegas junto a la higuera, cabizbajo, meditando, esperando que la presión afloje y tus ramas se llenen de flor.
La primavera que sigue a ese duro, frío y lluvioso invierno te llena de compañía. Surgen las voces, los gritos infantiles, las marcas fluviales de los perros.
Y esperas que lleguen el solsticio vernal y las hogueras que harán de día a la noche más corta de este y de tantos otros años venideros.
14 junio 2006
La higuera y el tamarindo (Guirigay)
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