15 junio 2006

Los renglones torcidos (Recuerdo)


A una tierna edad estuve dos años en la clase denominada de párvulos (“parvulitos” en aquel momento). El primer año lo pasé aprendiendo (¿?) en un colegio de monjas, eso sí, los niños en un aula y las niñas en otra.
Aprendí que Dios (el suyo al menos) escribe recto con renglones torcidos.
Aprendí también, a base de reglazos en las yemas de los dedos y capones suculentos, que este don sólo lo tiene Dios y a Él sólo se le está permitido escribir torcido.
Mis renglones torcidos, con palabras llenas de faltas de ortografía, no eran una escritura recta.
También durante este año se reafirmó algo en mí que ya sabía: que yo no era Dios ni ningún pariente cercano de Él.
Además comprendí que, si por ellas (las monjas) fuera, al hijo de Dios (Jesucristo) le mantendrían crucificado para que no escribiera tan mal como lo hacía yo.

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