24 junio 2006

Los viajes y los viajeros (Guirigay + Divagación)



Los viajes, siempre los viajes. Hay temas que se vuelven monotemas y éste, el de los viajes, es uno que se vuelve un poco repetitivo en este blog. Viajes, siempre viajes. Viajes reales, viajes imaginarios, siempre en movimiento, del cuerpo, de la mente, del alma, de la psique.
¿Dónde está la diferencia?
Tengo que decir en su defensa (en la del blog) no en la mía, que es bastante lógico que hable de viajes porque me gusta muchísimo viajar. Hay ocasiones en que la necesidad del viaje es un impulso interno. Algo te dirige, sientes la pulsión y no te queda más remedio que seguirla. Uno acaba por sentirse como un cazador del Paleolítico que debe seguir las migraciones de sus presas más codiciadas. Tiene que ponerse en marcha y no hay forma de impedirlo. Es así, algo te llama desde el interior o el exterior, tal vez la luna, el sol, los demás astros; tal vez un reloj interno con despertador que suena cuando es el momento ingrávido de comenzar la marcha.
Los viajes están siempre rondando las mentes de muchas personas. A mi me ha tocado ser una de éstas. Ahí está el siguiente viaje agazapado, esperando un descuido tuyo para clavarte sus dientes, parasitarte sin darte la opción y debes obedecer a esta pulsión si quieres seguir sintiéndote vivo.
Seguramente que, ahora que se habla tanto de la Genética, hay unos cuantos genes que uno recibe en herencia y llevan toda la información necesaria para que el cuerpo (y el alma) esté continuamente preparándose para la marcha, para el movimiento, sin que sea posible evadirse de esta sensación, muchas veces incómoda y agobiante. Incomoda tanto para ti como para las personas que te rodean que muchas veces no comprenden bien esta pulsión y creen que continuamente estás huyendo de algo. Aunque tal vez tengan razón, quien sabe.
Volviendo al punto donde estaba, diré que una persona puede tener esa dotación genética viajera y que ésta no se manifieste. Muchos de los genes que tenemos no se expresan y en los casos en que se expresan, imagino que en algunas personas se expresan en mayor medida que en otras.
¿Por qué digo esto?
Sencillamente porque creo que es muy difícil que una persona que tiene esa “marca” viajera estampada en su piel que casi, casi ha adoptado la forma de mochila, bolsa o maleta de viaje, se entere de que lleva la marca. Los impulsos le van y vienen y el racionalismo que puede ser capaz de emplear en otras cosas, aquí se difumina y desaparece. El sentido común se distorsiona y nos hace ver con sentido situaciones, hechos o cosas que otros ven como completos desatinos. Cree, como me pasa a mí, que realmente viaja poco y cuando le comentan que todo el día se pasa de aquí para a allá, pone cara de asombro, como de que la cosa no va con él. Y se lo aseguro, a mí me pasa algo parecido: siempre pienso que hace tanto tiempo que viajé por última vez, pero mis personas queridas me miran como diciendo que nunca acabo de bajar de las nubes, como me están mirando ahora cuando les digo de nuevo que mañana parto hacia un nuevo viaje. El viajero solitario, el viajero tribal, el viajero, sencillamente.
¿Me comprenden?
Pues menos mal, porque me empezaba a sentir un poco raro.


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