Hay pocas cosas (si es que hay alguna) que me parecen más valiosas que la amistad y el amor que recibo de las personas con las que comparto la vida. La vida familiar, la relacional y, casi podría decir, la profesional, me gratifican con un importante aporte de energía positiva.
Me quedo pensando muchas veces (casi podría decir soñando despierto) en qué es realmente lo que veo, oigo, huelo y siento, también podría decir que casi lo mismo que muchas de las personas que viven y trabajan en los mismos lugares por los que transcurro.
Y no es una sociedad idílica, más bien está impregnada por altas dosis de soberbia, violencia y cobardía, como otras muchas, demasiadas, sociedades en este mundo. Sin embargo, la diferencia está en ese pequeño micro-mundo personal del que formo parte.
La divergencia, la preciosa diferencia, está en que hay una enorme proporción de sensibilidad femenina en el entorno, y ese matiz cambia completamente todo. Lo llena de luz, de sol, de lágrimas, de ternura, de claroscuros, de un degradado de colores. Se nota que las corrientes neuronales llevan otra dinámica, las terminaciones sensitivas y sensoriales abundan, la dulzura ayuda a superar o sobrellevar la mayoría de las desgracias y algunas de las tragedias que van jalonando los días, que se llenan de palabras de ánimo y de lucha. Además las alegrías son reales, con abundancia de sonrisas y lágrimas, con abrazos y caricias, de ojos brillantes.
Cuando se sale de una educación totalmente machista, basada en una dictadura de los valores más rancios del conservadurismo social, militar y religioso, siempre se hace con torpeza y cuesta tiempo, muchos años, salir de ese caparazón defensivo del que nos rodeamos para intentar no ver el absurdo. Por eso, me alegra por mí y me da mucha pena por muchos de esos varones que no saben por donde les da el aire y siguen repitiendo hasta la saciedad comportamientos y modelos totalmente sexistas, de desprecio por aquellos seres humanos que les podrían convertir en personas reales y no en meros arquetipos vacuos.
De ahí la suerte, lo “suertudos” que somos los hombres que tenemos la dicha de estar rodeados de mujeres sensibles porque ellas nos hacen ver el mundo real en el que las jerarquías establecidas muestran su fatuidad y su falta de base intelectual y biológica.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario