Sé que puedo resultar pesado y repetitivo con mis escritos, pero desde que me dio por escribir en esta bitácora me he dado cuenta de que la mayoría de las bitácoras que visito son bastante personales, casi todas tienen un profundo toque intimista. Muchos de sus autores nos cuentan sus vivencias, pensamientos, sentimientos y, probablemente, al escribir sobre ellos, esta escritura ejerce una especie de terapia que les resulta muy positiva. Y me parece muy bien.
Cualquier amigo, acción, objeto, cosa que nos ayude a ser un poco más felices, me parece perfecto y saludable. La tendencia de muchos escritores de bitácoras es marcarnos el camino con señales. Algunas de estas marcas son para iniciados (y muchas no las entiendo, ni falta que hace, supongo). Otras señales van dirigidas al lector general y el objetivo, la función o el deseo de quien escribe parece altruista, dando mensajes o directrices que pueden servir a otros para que tomen atajos en la vida y no tengan que pasar por hechos desagradables, que tal vez han pasado ellos y que no se los desean a nadie. Es loable esta intención pero pondría un “pero”. Este “pero” es que nadie escarmentamos en cabeza ajena y todos (o casi todos) los humanos necesitamos tropezar varias veces en la misma piedra o errar en lo que es evidente que podemos evitar pero no evitamos.
Además, añadiría que todos nos creemos y, tal vez lo somos, únicos e insustituibles. Cada uno de nosotros aportamos una riqueza adicional a esta gran diversidad que suponemos los más de seis mil millones de personas hacinados en las zonas más propicias del planeta. Sin embargo, con la tendencia marcada a vanagloriar en exceso la juventud, la belleza y, por desgracia, también la insolidaridad, lo que veo más a menudo es que la gente gris, esa que no toma partido ni es responsable de ninguno de sus actos, que evita el sentido común y lo cambia por grandes cantidades de vacuidad cerebral, va tomando poco a poco la dirección del mundo.
Estas personas grises hacen fuerte la máxima de “vales lo que tienes” y en ese tener no cabe otra cosa que las posesiones materiales, el dinero, la riqueza. Todo esto me genera un gran cansancio existencial y tiendo a sentir esa insoportable levedad del ser. Afortunadamente, las lecturas de algunas de vuestras bitácoras me sirven como un buen aporte energético y mi tendencia al optimismo me hace sentir que muchas veces cargo un poco los pensamientos de negatividad.
¿Habrá esperanza y el péndulo no se seguirá desplazando hacia ese lamentable extremo hacia el que parece que nos dirigimos?
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