18 mayo 2006

No crean que me quejo (Catártico)

Lo confieso, también he visto el partido del Barça.
No soy demasiado futbolero. De vez en cuando veo u oigo (muchas veces porque no lo puedo evitar) algo de la insufriblemente larga información deportiva que nos atosiga a todas horas: los telediarios o noticieros dedican más tiempo al fútbol que a otra cosa y cuando no hablan de fútbol nos tocan los órganos genitales con automovilismo, baloncesto, motociclismo, ciclismo y un largo etcétera de deportes (¿negocios?).
No crean que me quejo, tengo bastante abandonada la televisión porque los demás programas me parecen de una calidad tan baja como los deportivos: gente ensalzada por méritos tan elevados como haber cometido estafas a dos manos y públicamente, prostitución encubierta que resuelve la vida a gente sin oficio pero con mucho beneficio, intelectuales del ladrillo, la banca o cualquier otro chanchullo, mostrándonos el camino a seguir y lo desgraciados que somos los imbéciles que seguimos realizando nuestro trabajo día a día. Es realmente una programación cultural que pagamos entre todos y que nos destaca sobre todas las demás criaturas humanas o no de este planeta.
Pero no voy a echar la culpa a los demás, porque nadie me obligó a sentarme enfrente del televisor. Ejercí mal el libre albedrío, me dejé llevar por el lavado general de cerebro mediático y, sorprendentemente, sufrí con el Barça y me alegré con su victoria. Digo claramente su victoria porque no quiero que olviden que es una sociedad privada, con una carga ideológica bastante retrógrada en sus órganos de dirección y presidencia. Supongo que no me alegro (¿?) lo mismo cuando publican los beneficios anuales del Banco Santander Hispano, Telefónica, BBVA u otras entidades privadas, pero ayer me alegré.

Me puse a pensar que este partido me recordaba otros partidos de fútbol cuando vi en el palco al presidente del gobierno democrático, el Señor Rodríguez Zapatero, sentado entre el presidente del Barça y la reina, y cerca del rey. Me recordó a otros tiempos cuando era el dictador el que estaba sentado en el palco y a su alrededor otros presidentes de clubes y los que antes fueron príncipes y ahora reyes. Cambian los tiempos, cambian algunos cargos, tenemos un gobierno democrático pero seguimos con el babero puesto, la boca abierta y el encefalograma plano, contribuyendo a que unos cuantos se beneficien de tantos y que además no nos queremos enterar:

¡Visca el Barça!



1 comentario:

Anónimo dijo...

Totalmente de acuerdo contigo. Y decir que yo también me alegré.