Hay comienzos que impresionan. Esa sensación de desorientación y ansiedad, de ganas de continuar con la lectura y a la vez de dejarlo, me ocurrió hace poco con un libro de Paul Auster. Este es el principio al que me refiero:
"Estaba buscando un sitio tranquilo para morir. Alguien me recomendó Brooklyn, de manera que al día siguiente salí de Westchester y fui para allá a reconocer el terreno. No había vuelto en cincuenta y seis años, y no me acordaba de nada."
Dice la Wikipedia del autor:
“Paul Auster es, por excelencia, el escritor del azar y de la contingencia. Persigue en lo cotidiano las bifurcaciones surgidas de acontecimientos aparentemente anodinos. Esto sucede en La música del azar, y sobre todo Leviatán en su excepcional escena central. Su estilo es aparentemente sencillo, gracias a su trabajo y conocimiento de la poesía, pero esconde una compleja arquitectura narrativa, compuesta de digresiones, de historias en la historia y de espejismos (El cuento de Navidad de Augie Wren). También describe la pérdida, la desposesión, el apego al dinero, el vagabundeo (en El palacio de la luna, cuyo personaje central se llama Marco Stanley Fogg, en una especie de unión de estos tres grandes viajeros). También se cuestiona la identidad, en especial en la Trilogía de Nueva York en la que uno de sus personajes (que no es el narrador) se llama como él, en Leviatán, en la que el narrador tiene sus iniciales (Peter Aaron) y conoce a una mujer llamada Iris (anagrama de su esposa Siri), o en La noche del oráculo, en donde un personaje se llama Trause (anagrama de Auster).”
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario