La niñez es tierra de sueños, sueños de aventura y esperanza. Por mucho que se empeñen los señores de gris, la mente se vuelve multicolor.
Recuerdos de la infancia entre juegos y temores, sotanas fantasmales, verdes tricornios y grises paños imponiendo la monotonía negra del régimen bajo palio.
Y en esta época, el capitán Trueno y el Jabato nos enseñaban una justicia más igualitaria que la que impartían los señores del bigotillo. Dos héroes que luchaban contra tiranos y reyezuelos, contra la Roma imperial, contra los señores feudales y contra los malvados sacerdotes de las más variadas religiones que sojuzgaban al pueblo crédulo con un avaro afán de lucro.
¡Qué contraste lo que leíamos en los tebeos y lo que vivíamos en la realidad!
En aquellos tan distantes y tan próximos momentos, los que debían ser modelo de virtudes eran crueles con los débiles y serviles con los poderosos. No se encuentran tan lejos, se les puede ver con frecuencia adoptar las mismas actitudes en sus actos públicos ante el gran Hermano de las televisiones. Cuantos “servidor de usted” o “a sus pies señora, un esclavo un servidor”.
¿Suena a película? Sí, fue una película de pocas sonrisas y muchas lágrimas de demasiado largo metraje. Una película que algunos señoritos de currículo franquista quisieran volver a proyectar en sesión continua. Pero para eso estaba la ficción real, la verdadera ficción que nunca supera a la realidad, para cultivar los sueños, para llenarlo de aromas y colores. Nos vendieron la grandiosa idea de los europeos cristianizando el mundo, educando a los aborígenes, cultivando al inculto, enseñando a trabajar a los vagos indígenas. Y nos habían vendido a personajes siniestros, como Leopoldo II de Bélgica, como grandes filántropos, mientras se enriquecían esclavizando a media humanidad.
Por suerte, en la temprana juventud, llegó Corto Maltés a darle un cambio a la mentalidad aventurera, a conocer las diferentes tierras y sus pobladores luchando por la libertad.
Corto le dio la vuelta a la forma de ver las cosas, la gente eran personas, con sentimientos, necesidades, derechos, deberes… seres humanos, sencillamente. Con éste y otros muchos héroes de tinta y papel, surge la pasión por los viajes, conocer nuevas personas, ciudades literarias con aromas cambiantes en sus calles de exóticas, a la vuelta de la esquina.
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