14 mayo 2006

El precepto de Shammai reeditado (Catártico + Divagación)

Disculpen que vuelva a publicar esta pequeña divagación pero después de ver en la televisión las bufonadas de algunos parlamentarios españoles (concretamente el comportamiento parvulario del Sr. Martínez Pujalte) y la cara del Sr. Zaplana, me he dormido con una sensación desagradable sobre como evoluciona la vida política en España. No me gusta la gente que adopta posturas chulescas y arrogantes, aún menos cuando se arropan en una supuesta potestad que les hace olvidar que son servidores públicos y se creen omnipotentes “diosecillos” de su propio Olimpo pero pagados con nuestros impuestos. Por eso me he permitido esta repetición:

Reconozco mi ignorancia extrema en muchos aspectos de la vida.
Aun así me sorprendo a diario con miles de diferentes notas de melodías distorsionadas que me llegan en forma de mensajes.
Por eso, cuando me dijiste que seguías el precepto de Shammai, se me quedó esa cara de tonto tan habitual en mí.
Esa cara de sorpresa idiota que se me pone cuando algo no me suena de nada y noto como empiezan a revolotear las polillas por debajo de mi calota buscando el improbable archivo donde se guardó esa inquietante información y, evidentemente, no encontrándolo.
- Sí, hombre, el precepto de Shammai (1), “Amad el trabajo, odiad los cargos y no seáis conocidos como amigos del gobierno” y que convertía de hecho a los fariseos en quietistas porque obedecían el proverbio: “cuando resuenan las armas en las calles, retírate a tu habitación” (1).
La verdad es que no salía de mi asombro y no se me ocurrió nada más que decir dos soberanas tonterías:
- Lo de “amad el trabajo” me recuerda una frase que estaba en un cartel sobre la puerta de un campo de concentración nazi y que decía “el trabajo os hará libre”. En cuanto a “no seáis conocidos como amigos del gobierno”, ¿qué significa? ¿Que no seamos amigos del gobierno? O, simplemente, ¿Que no se conozca que somos amigos del gobierno?
Hace tiempo que no le he vuelto a ver y aún me pregunto por qué los dioses no me han preparado adecuadamente para entender los preceptos más sencillos de las doctrinas religiosas.
(1) Robert Graves

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