16 mayo 2006

La amistad como una de las Bellas Artes (Catártico + Divagación)

La fuerte pulsión del ser humano por formar parte de un grupo hace que malinterpretemos muchas de nuestras relaciones.
Enseguida hablamos de esta o aquella persona como grandes amigos sin pararnos a pensar en si es realmente intensa la relación que mantenemos con ella. Muchas veces parece que realizamos un concurso con los demás para ver quien tiene más amigos.
Está claro que para muchos decir amigo es sinónimo de pensar que aquella persona está para hacernos favores y que nos debe ayudar en cualquier cosa. Habitualmente "cualquier cosa" se entiende por temas económicos o profesionales.
Da igual que sus principios vayan por otros derroteros o que queramos su ayuda en situaciones carentes de ética (prescindo de la palabra moral por las connotaciones religiosas que ha ido adquiriendo). De ahí que el amiguismo, la fratría y la tribu sean tan comunes y formen verdaderas bolsas (¿mafias?) de poder, bastante corrupto la mayoría de las veces, en cualquier esfera de la vida profesional y social.
Los clanes que imponen sus reglas, que cambian de chaqueta según convengan los tiempos y que hacen que aquellos que no cumplen con sus intereses y normas sean considerados marginales o, más bien, marginados.
¿Quién no conoce casos de personas que esté quien esté en el gobierno local, regional, autonómico, estatal o nacional, siempre están arriba –con el poder- como si fueran gotas de aceite sobre el agua?
¿Cuántos no estuvieron bien situados en un estado dictatorial y lo siguen estando en otro “democrático”?
¿Quiénes no fueron nacionalistas de un país con un régimen y ahora lo son de otro al cambiar las apariencias estéticas del poder?
Sin embargo, no me refiero a esta amistad de conveniencia, quiero hablar de esa otra que se va forjando en la infancia, la adolescencia, la adultez o la senectud, con muy pocas personas.
Esa amistad que se establece en ocasiones con pocas palabras – o no tan pocas-, con silencios, miradas y, sobre todo, muchos hechos. Esas amistades son fuertes, duraderas, pueden pasar los años, crecer la distancia en el espacio y el tiempo entre los encuentros, pero sólo un gesto, una palabra sirven para activarla en cuando es necesaria.
Es una amistad silente, fuerte, incombustible, una amistad que es poco numerosa, unida a fuertes lazos y vivencias, a momentos duros y blandos, tristes y felices. Es una amistad en muchos casos inexplicable, con frecuencia ilógica para los que no la comparten, una relación que muchas veces ni siquiera los que son amigos saben bien en que momento apareció o sobre que estructuras se fundamente. Para mí está muy claro que esa amistad, amistad que considero verdadera, es una de las Bellas Artes.
Esas amistades claras, concisas, férreas y eternas necesitan espacios, museos del alma para protegerlas porque cada vez son más parecidas a esas especies de seres vivos en peligro de extinción. Todo lo que las rodea las arremete con constancia, empezando por los estilos de vida cada vez más egoístas e insolidarios que nos van inyectando con sus diferentes herramientas los profetas de este capitalismo salvaje e inhumano.



No hay comentarios: