14 mayo 2006

La herencia y el destino (Divagación)

Duele aceptarlo pero nacer en una familia te marca bastante, para bien o para mal. No quiero ser pesimista y confío en que el ser humano sea capaz de cambiar algunas de las circunstancias que le rodean aunque nos costará un gran esfuerzo.
Los extremos de nacer en una chabola o en un palacio pueden ser un ejemplo muy manido y prefiero simplemente resaltar lo que dicen algunos autores, como Eduardo Punset de que hacen falta por lo menos tres generaciones para que empiecen a desaparecer los efectos negativos sobre la autoestima que provoca la pobreza.
Las enfermedades, y no me refiero exclusivamente a las infecto-contagiosas, también se ceban más en aquellas personas que viven en la pobreza o provienen de familias más humildes aunque después su situación económica sea mejor e incluso naden en la abundancia.
Siempre tiene ventaja el que parte de un puesto mejor (como en las carreras de fórmula 1) y la herencia es injusta no sólo en cuestiones genéticas.
Ninguno vemos con buenos ojos que se nos toque la herencia material que recibimos de nuestros padres aunque esta sea una miserable caja de metal oxidada.
Nada podemos hacer todavía sobre la herencia genética que recibimos y, tal vez en este caso sea mejor que no se pueda hacer nada porque las filosofías eugenésicas totalitarias (como el nazismo) han sido y son un gran peligro contra la riqueza que supone la diversidad humana. Lo que está claro es que sobre la otra herencia si que se deberían buscar fórmulas que permitan arreglar los grandes desequilibrios que existen.
"Incluso para la persona más egoísta es preferible, por su seguridad individual y la armonía social, que desaparezcan las desigualdades."

No hay comentarios: