16 mayo 2006

Sabores y aromas (Divagación + Estarcido)


Paladear un sabor o recibir el agradable estímulo de un aroma, son actos imprescindibles en nuestras vidas. Sirven para nuestra subsistencia como seres vivos y para nuestras necesarias relaciones sociales. Es interesante ver la conexión tan estrecha que hay entre estas dos funciones y como las explica el antropólogo Desmond Morris en una de sus últimas obras (“La mujer desnuda”):
“La lengua es el verdadero órgano del sabor, pero su habilidad es muy tosca. Sólo puede distinguir cuatro cualidades: dulce, amargo, ácido y salado. Todos los demás ‘sabores’ de nuestra enormemente variada cocina, de hecho, no son detectados por las ávidas superficies de nuestras lenguas salivantes mientras mordemos, masticamos y tragamos nuestras comidas, sino por las pequeñas zonas sensibles al olor de la parte superior de nuestras cavidades nasales. Las partículas portadoras de olor se dirigen directamente a través de la nariz mientras llevamos la comida a la boca, o indirectamente desde la boca misma. Una comida puede saber bien (en la lengua), pero huele deliciosa (en la nariz).”(1)
(1) Desmond Morris

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